Al principio todo era un juego. Nuestro primer recuerdo nos lleva hasta la vendimia, cuando «ayudábamos» a pisar la uva. Más tarde fuimos aprendiendo a cuidar la viña, cuando fuimos ganando cuerpo cargábamos con los capazos y de repente el vino se convirtió en nuestra vida.
Somos herederos de la tradición. De ese mimo con el que veíamos, primero a nuestros abuelos y luego a nuestros padres, elaborar el vino. Lo hacían a «su manera», con esa sabiduría que pasa de generación en generación y que marcaba ese carácter distinto de los vinos del Ribeiro.